Mientras Crono avanzaba por una carretera envuelta en un aura que parecía haber detenido el tiempo, las casas distantes revelaban un estado de decadencia, y la rutina de la gente persistía con la extracción de agua de antiguos pozos. La escena lo desconcertaba, sumiéndolo en un sentimiento de tristeza.
Al llegar a la majestuosa mansión de Pirro, Crono fue escoltado por lobos grotescos a lo largo de un pasillo lleno de incrustaciones de oro por los lados. Una imponente puerta se abrió ante él, y al atravesarla, se encontró con un lobo de unos 50 años. Las facciones del lobo eran similares a las de su suegro.
Pirro, con una sonrisa trazada en su rostro, ocupaba majestuosamente una imponente silla frente a su escritorio. Él sabe, gracias a sus informantes, que las tierras altas carecían de guerreros para enfrentar a las criaturas destructoras, su confianza se reflejaba en su expresión. Estaba seguro de que Crono aceptaría las condiciones que planeaba proponer para luchar contra los Orco