Después de que entregamos una muestra de todos los medicamentos que tomaba Ilán, salimos de la consulta de la doctora, quien era sobrina del doctor Herrera. A pesar de que ella nos había asegurado que, a simple vista, los fármacos no parecían capaces de provocar los síntomas de Ilán, no podíamos sacudirnos la sensación de mala suerte por haber caído en manos de alguien relacionado con su doctor. La doctora había prometido no revelar a su tío nuestra visita y expresó su escepticismo sobre nuestras sospechas, pero algo en mi interior me decía que deberíamos buscar una segunda opinión.
—¿Y si hacemos un viaje, Ilán? Tu mamá no tiene influencia en todo el mundo, y ahora sí estoy convencida de que tienes otra cosa —sugerí, decidida a descubrir lo que realmente sucedía con mi esposo—. Puede que sea algo nervioso o