En un rincón apartado de un restaurante cercano al hospital general, me encontraba sentado en una mesa casi oculta, acompañado por Reidel y Eduvijes, los progenitores de Eleonora. Nos observábamos mutuamente con una intensidad que rozaba lo inquisitivo, como si cada uno intentara descifrar los pensamientos del otro. Aunque, en teoría, estábamos aliados en la misma causa, cada uno albergaba sus propios intereses y ambiciones.
Siempre había soñado con casarme con Amaya, una mujer de alta cuna, y así ascender en la escala social. Los Valdivieso, por su parte, habían conocido a Stavros durante sus años universitarios. Reidel, siempre el bromista, se había convertido en el compañero de travesuras de Stavros, aprovechándose de su generosidad y de su disposición a pagar por todo. Eduvijes, con su belleza cautivadora y su astucia, había intentado conquistar a Stavros, pero sus