117. LA CONSULTA
Levanté la cabeza para protestar. En verdad, yo sí comía, y muchas veces tenía que obligarme, pero lo hacía. Quería agradar a Ilán, que todo el tiempo me llamaba la atención sobre mi delgadez.
—Ilán, no digas eso, sí estoy comiendo, doctor. Mi amiga Amelie está constantemente vigilándome y siempre me está dando cosas para comer. Pero por alguna razón, no logro subir de peso —dije con firmeza.El doctor, un hombre de mediana edad con una barba canosa y ojos llenos de sabiduría, asintió lentamente. Observó a la pareja frente a él, y su preocupación era evidente; la gravedad de la situación requería que nos siguiera de cerca. No pudo evitar sonreír ante la evidente preocupación de Ilán por mí y la determinación que yo mostraba por mantenerme fuerte,