En el hospital, me mostraba visiblemente inquieto. Extraje de mi maletín un documento que Amaya había firmado muchos años atrás. Este me otorgaba únicamente a mí, excluyendo incluso a su propio hijo, el poder absoluto para tomar decisiones sobre ella en caso de que algo le sucediera.
Ilán, al recibir el documento, quedó profundamente sorprendido; nunca habría imaginado que su madre optaría por delegar tal responsabilidad en alguien ajeno a la familia directa.—Como puedes ver, Ilán —le dije complacido—, he cumplido con su voluntad. Y, por el momento, considero prudente limitar las visitas. Esperemos que, con menos estrés y distracciones, Amaya tenga una mayor oportunidad de recuperarse y despertar.Fue entonces cuando observé detenidamente a Ilán, notando un cambio significativo en su manera de hablar. Había sido su médico de cabecera