Mundo de ficçãoIniciar sessãoPOV Nicolás
Habían pasado varios días desde mi visita al sanatorio. Las palabras de Elena seguían repitiéndose en mi cabeza como una herida abierta: “Tu madre murió porque Santiago la mandó matar.” No podía seguir esperando. Ya no quería pruebas ni hipótesis. Quería mirarlo a la cara. Quería que me lo negara.
Salí del santuario temprano, con el sobre que contenía toda la verdad bajo el brazo. No avisé a Camil; esto era algo que debía hacer solo. Santiago había sido mi mentor, el hombre que me dio un techo, un apellido y, en teoría, una vida. Pero en realidad fue el mismo que destruyó la de mi madre y me hizo crecer bajo su sombra, creyendo que le debía gratitud. El camino hasta la mansión Fernández fue largo, silencioso, con esa calma tensa que se siente justo antes de una torme







