Mundo de ficçãoIniciar sessãoPOV Nicolás
Llevábamos una semana sin dormir. El santuario parecía un bunker: pantallas encendidas, teléfonos vibrando, rostros cansados, olor a café frío y rabia contenida. Seguíamos cada pista que nos había dado Sara, pero nada llevaba a Mila. Cada dirección, cada contacto, terminaba en un punto muerto.
Yo sabía que Javier era inteligente, pero esta vez había cubierto todos los ángulos.
Camil se movía entre pantallas como un fantasma. Yo fumaba. Lo había retomado sin culpa.
El humo me mantenía despierto y, sobre todo, calmado. El aire dentro del lugar era denso, cargado. Había tensión, frustración y algo más: la sensación de que nos estábamos acercando a algo grande, pero distinto.
—Encontré algo —dijo de repente.
Su voz sonó como un disparo.
Me giré.
—Habla.
Camil se acercó con una carpeta. La dejó sobre la mesa y la abrió con cuidado.
—Estuv







