El sabor amargo de la huida de Ji-woo aún persistía en la boca de Lee Jae-hyun, una mezcla de desesperación y una determinación férrea. Su breve encuentro en Insadong no había sido un accidente; había ido al mercado, atraído por un vago recuerdo de una conversación con Ji-woo sobre la artesanía local, con la secreta esperanza de encontrarla. Y cuando la vio, vibrante y hermosa, su corazón helado se había encendido con una punzada de anhelo y un fuego inquebrantable. Su rechazo, aunque doloroso, solo sirvió para cimentar su resolución. No podía volver a verla y no hacer nada. Tenía que limpiar su nombre, desmantelar las mentiras que los habían separado. Y no perdería ni un minuto más.
La noche que siguió al encuentro fue una de las más intensas en la vida de Jae-hyun. En lugar de regresar a su lujoso apartamento, se dirigió directamente a la Torre Haneul, a su oficina en el piso más alto. La luz de su despacho ardió hasta el amanecer, mientras él, como un general planificando su asalto