30

Levanté mis manos en fingida rendición, —el oráculo estaba llamando, no podía dejarla colgando.

—Los guardias de la patrulla podrían haberte matado, —dijo Sebastián.

—Tiene razón, pero tal vez el oráculo Dakota se aseguró de que no le pasara nada.

Sebastian ignora lo que dijo Isabella, —si algo te pasara, adivina de quién será la cabeza que colgará de la pared de tu padre.

—No hay necesidad de exagerar.

—Lo digo en serio Odetta, por favor no te vayas corriendo así

—Me iré muy temprano en la mañana ahora, ¿así que estás listo para lidiar con eso?

—Odetta Maryland, —advierte con una sonrisa burlona.

—Encontraré tu segundo nombre, —lo amenazo. Sabía que despreciaba mi segundo nombre con todo lo que tenía en mí.

Mi teléfono suena cuando él me da una mirada de desaprobación. Le sonrío y contesto la llamada telefónica.

— ¿Cómo te está yendo allá en la capital?

—Bueno. He estado reuniéndome con el oráculo últimamente.

— ¿En realidad? ¿Por qué?

—Solo estoy aprendiendo una cosa o dos, —me enco
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