Mundo ficciónIniciar sesiónMarcus cerró la puerta con el hombro, sosteniendo el portabebé con una mano y las llaves con la otra. El departamento estaba tibio, con olor a café viejo y a la crema para pañales que había usado esa mañana. La calefacción sonaba con un zumbido leve. Melissa dormía, con los labios fruncidos como si soñara con una sonrisa. Él apoyó el portabebé en el suelo, se inclinó despacio y la levantó contra su pecho, acomodando su cabeza en la curva de su cuello.
—Llegamos, ratoncita —murmuró, apenas un hilo de voz.
Ella suspiró. Ese sonido lo partía… y lo pegaba.
Marcus no lloraba. No sabía llorar.
Pero sentía un nudo extraño, como si toda la vi







