El café de la sala de reuniones era amargo, fuerte, más cargado de lo que cualquiera necesitaba a esa hora. Las persianas estaban medio cerradas, y el murmullo de la lluvia contra los cristales era el único sonido que acompañaba al zumbido eléctrico de las lámparas.
Julian estaba de pie, los brazos cruzados, mirando un punto invisible en la pared. Enfrente, Leo revisaba un folder lleno de documentos, y a un costado, Karim observaba en silencio, con la serenidad calculada de un hombre acostumbrado a mover piezas en tableros peligrosos.
—Esto es un ataque directo —dijo Leo, rompiendo el silencio—. Richard no perdió tiempo. Si Migración ya vino a tocar la puerta, significa que hay alguien detrás alimentando el expediente.
Karim asintió con gravedad.
—Y ese alguien no va a detenerse con un par de visitas. Van a buscar inconsistencias, vacíos legales, cualquier grieta que puedan abrir.
Julian giró lentamente hacia ellos, su mirada dorada ardiendo bajo la penumbra.
—No hay grietas. Mi matri