Regio de Calabria
Un día antes
El penal calabrés parece incrustado en la colina, como si la tierra hubiese decidido no soltarlo nunca. Hecho de hormigón gris, muros bajos pero espesos, y cargado de un silencio particular para nada tranquilizador, un silencio tenso, pesado, lleno de resignación. A pesar de que el mar se encuentra cerca y el olor a sal y metal húmedo y viejo se siente fuerte y penetrante, el mar parece una entidad desconocida, lejana, inalcanzable.
A la sala de visitas se llega tras una sucesión de pasillos estrechos, donde lo sombrío se adueña sin piedad de la luz casi inexistente. No se escuchan gritos, ni golpes, solo el murmullo distante de puertas que se cierran con regularidad. Él frunce el ceño al constatar que en Calabria, las cárceles no intimidan por exceso o violencia, sino por persistencia: todo parece diseñado para que el tiempo pese más que los barrotes, lo que de inmediato le genera inquietud: demasiado silencio.
Se de