El gran salón del castillo estaba lleno de murmullos expectantes. Los nobles, reunidos en la fastuosa velada convocada por Rhaziel, esperaban ansiosos las próximas palabras del Rey Lobo. Candelabros altos iluminaban las paredes de piedra con su luz cálida, reflejándose en los estandartes bordados con hilos dorados y en las copas de cristal que relucían en las mesas.
Lyanna, sentada al lado de Risa, intentaba mantener la compostura. Sus manos estaban entrelazadas con fuerza sobre su regazo, y aunque su rostro era sereno, por dentro una tormenta la desgarraba. Desde el momento en que Lucian le había confesado su amor en los jardines, cada mirada entre ellos ardía como un secreto compartido que podía estallar en cualquier instante.
Lucian, en el extremo del salón, no apartaba los ojos de ella. Había cumplido con cada saludo, con cada reverencia exigida, pero su paciencia estaba al borde de romperse. Lo que había visto y escuchado esa tarde lo perseguía todavía: nobles mujeres sonriendo a