Goldhaven estaba llena de rumores. La situación entre el rey alfa Ulrich y la reina Phoenix no pasaba desapercibida para nadie. Aunque el tema se evitaba abiertamente, los susurros resonaban por toda la ciudad como un murmullo constante. ¿Qué había hecho Phoenix para ser encerrada? O, peor aún, ¿qué podría haber hecho Ulrich para que la reina quisiera escapar? Las preguntas seguían sin respuesta, pero eso no impedía que las teorías circularan.Aunque nadie se atreviera a confrontar a Ulrich directamente, había quienes no podían ignorar la situación. Entre ellos estaban las damas de compañía de Phoenix: Genevieve, Isadora y Eloise. Desde que Ulrich las había apartado de sus funciones junto a la reina, las tres se encontraban confinadas en Goldhaven, sin permiso para salir de la ciudad. Pero, incluso si pudieran marcharse, ninguna de ellas quería irse. No sin estar seguras de que Phoenix estaría bien.Esa noche, en los modestos aposentos destinados a ellas, las tres se reunieron para de
Elysia Wentworth salió de sus aposentos con pasos firmes y decididos. Su vestido ondeaba a su alrededor, y la suave brisa que conjuraba para abrirse camino por el castillo solo reforzaba su aura de poder. La duquesa no era una mujer de rodeos, y cuando deseaba algo, iba tras ello con determinación. Avanzó por los corredores de piedra del castillo, sus tacones resonando contra el suelo frío. Sirvientes y soldados inclinaban la cabeza en señal de respeto al verla pasar, pero Elysia no se detenía por nada. Su destino era la sala de reuniones, donde, sin duda, estaría Ulrich. El Rey Alfa estaba completamente concentrado en garantizar la victoria en la guerra contra Lucian, y nada parecía desviar su atención de ese objetivo. Con un simple gesto de la mano, el aire a su alrededor se agitó, empujando las pesadas puertas de la sala sin que necesitara tocarlas. El chirrido de las bisagras resonó en el salón, pero Ulrich ni siquiera levantó la vista para recibirla. Estaba exactamente como e
Phoenix respiró hondo, acomodándose con dificultad en la enorme cama de la habitación, que ahora se sentía más como una celda. El embarazo hacía que todo fuera más complicado, y cada movimiento requería esfuerzo. Con un suspiro pesado, pasó las manos por su vientre, sintiendo la presencia del hijo que crecía dentro de ella. Sus ojos azules estaban sombríos, reflejando el torbellino de emociones que la dominaban. El silencio de la habitación era denso, interrumpido solo por el suave crepitar de las llamas en la chimenea. De repente, un estruendo resonó en la sala. Las puertas de la habitación se abrieron con violencia y un vendaval impetuoso invadió el espacio, arrastrando consigo a los guardias apostados afuera. Los hombres fueron lanzados dentro del aposento como simples muñecos, rodando por el suelo antes de incorporarse, aturdidos. El corazón de Phoenix se aceleró y sus instintos agudizados gritaron alerta. "¡¿Qué demonios está pasando?!" exclamó, incorporándose lo mejor que pu
La mañana estaba fría, y Phoenix sentía el peso de la ansiedad apretando su pecho mientras sus ágiles manos trenzaban su cabello negro. Con cada cruce de hebras, intentaba encontrar un punto de equilibrio en medio del caos de sus pensamientos. No quería estar allí, encerrada, pero, al mismo tiempo, salir de sus aposentos significaba enfrentarse a Ulrich. Y no sabía si estaba lista para eso.Respiró hondo, permitiendo que sus dedos se deslizaran hasta su vientre, sintiendo el leve movimiento dentro de sí. El bebé. Si había algo que aún la mantenía fuerte, era ese pequeño ser. Phoenix cerró los ojos por un instante, susurrándole:"Es por ti. Solo por ti."El sonido de las puertas abriéndose abruptamente hizo que su cuerpo se tensara. Su corazón se detuvo por un momento, solo para retomar un ritmo frenético al instante. Esperaba ver a Ulrich parado allí, pero, para su frustración, era Elysia quien cruzaba el umbral con pasos firmes y decididos.Phoenix suspiró profundamente, recostándose
Elysia caminaba junto a Phoenix, parloteando sobre algo que la reina no lograba registrar. Sus pensamientos estaban lejos, enfocados en la reunión que se avecinaba. ¿Cómo sería enfrentarse a Ulrich nuevamente? ¿Habría algún entendimiento entre ellos? Para Phoenix, la respuesta parecía clara: no había posibilidad alguna de estar juntos. Después de todo lo que él había hecho, no había forma de perdonarlo. Pero si ella dejaba claro que no habría reconciliación, sabía que Ulrich nunca lo aceptaría. Él no dudaría en encerrarla de nuevo.Elysia interrumpió su propio discurso y se volvió hacia Phoenix, su expresión cargada de comprensión."Sé en qué estás pensando," dijo ella. "Pero como ya te he dicho, no tienes que perdonarlo ahora. Estas cosas toman tiempo."Phoenix suspiró."Ese es el problema, Elysia. No estoy segura de estar dispuesta a perder mucho tiempo al lado de Ulrich."La duquesa abrió los labios para continuar la conversación, pero fue interrumpida por una brisa repentina que l
El crepitar del fuego resonaba en el ambiente, pero nada lograba sofocar la tensión que flotaba entre Ulrich y Eldrus. El anciano, con sus ropas oscuras y postura severa, observaba al rey con una mezcla de sorpresa y cautela. Nunca, en todos sus años de consejo, había imaginado que Ulrich pudiera estar de acuerdo con lo que siempre consideraron lo mejor para el Reino del Norte.Ulrich, con las manos entrelazadas a su espalda, caminaba lentamente, sus pasos resonando en el suelo de mármol negro. Sus ojos dorados brillaban como brasas mientras miraba a Eldrus, dejando claro que la decisión ya estaba tomada."Finalmente lo has entendido, Majestad", murmuró Eldrus, inclinando levemente la cabeza. "Eliminar a Phoenix y casarte con la hija de Rowan es la elección más sabia. El camino más fácil para fortalecer el reino."Ulrich se detuvo abruptamente y soltó una risada corta, carente de humor. Se giró sobre sus talones y miró a Eldrus como un depredador a punto de atacar."El camino más fáci
Era de noche cuando Ulrich finalmente logró salir de aquella agotadora reunión con una estrategia que no era la mejor, pero que les daría algo de tiempo en la batalla contra Lucian. Sus pasos pesados resonaban en los pasillos de piedra de Goldhaven, y el peso de la responsabilidad presionaba sus hombros. Su mente estaba ocupada por una única preocupación: mantener a salvo a todos en la ciudad, especialmente a Phoenix y a su hijo. Pensar en Phoenix siempre lo desestabilizaba, y el familiar aroma a lavanda parecía impregnado en sus sentidos mientras se acercaba a sus aposentos.Sin embargo, cuanto más se acercaba, más fuerte se volvía el aroma. No podía ser. Cerró la puerta tras de sí, la tensión acumulándose en sus músculos. Al entrar en su sala privada, el aire se le escapó de los pulmones. Phoenix estaba allí, sentada en el sofá, usando un fino camisón blanco que abrazaba sus curvas y acentuaba su avanzado embarazo. Servía dos copas de vino con movimientos gráciles y precisos, como s
Goldhaven estaba en silencio. La ciudad dormía bajo un manto de tranquilidad inusual, y esa calma se extendía por los corredores de piedra fría del castillo, alcanzando incluso a los guardias apostados frente a la alcoba del Rey Alfa Ulrich. La luz pálida de las antorchas parpadeaba suavemente, proyectando sombras alargadas en las paredes, mientras los párpados de los guardias pesaban de sueño, casi cediendo al agotamiento.Fue entonces cuando las puertas detrás de ellos se abrieron con un chasquido bajo. Ambos se giraron de inmediato, con la mano en la empuñadura de sus espadas, pero lo que los alcanzó no fue una hoja. Una voz femenina, firme y fría, resonó en el aire:"Aeteris Vim Accipio."Dos esferas de luz azulada cortaron el aire antes de que pudieran reaccionar, impactándolos en el pecho. Sus cuerpos cayeron pesadamente sobre el suelo de piedra, inconscientes. En el umbral de las puertas, emergió Phoenix. Sus ojos brillaban con una luz plateada, la energía mágica aun titilando