Era de noche cuando Ulrich finalmente logró salir de aquella agotadora reunión con una estrategia que no era la mejor, pero que les daría algo de tiempo en la batalla contra Lucian. Sus pasos pesados resonaban en los pasillos de piedra de Goldhaven, y el peso de la responsabilidad presionaba sus hombros. Su mente estaba ocupada por una única preocupación: mantener a salvo a todos en la ciudad, especialmente a Phoenix y a su hijo. Pensar en Phoenix siempre lo desestabilizaba, y el familiar aroma a lavanda parecía impregnado en sus sentidos mientras se acercaba a sus aposentos.
Sin embargo, cuanto más se acercaba, más fuerte se volvía el aroma. No podía ser. Cerró la puerta tras de sí, la tensión acumulándose en sus músculos. Al entrar en su sala privada, el aire se le escapó de los pulmones. Phoenix estaba allí, sentada en el sofá, usando un fino camisón blanco que abrazaba sus curvas y acentuaba su avanzado embarazo. Servía dos copas de vino con movimientos gráciles y precisos, como s