El agua caliente caía sobre los hombros de Noelia mientras apoyaba la frente contra los azulejos de la ducha. Llevaba cinco minutos así, inmóvil, dejando que el vapor la envolviera como un manto protector. Algo estaba cambiando en ella. Lo sentía en cada fibra de su ser, como si su cuerpo ya no le perteneciera del todo.
Cerró el grifo y se envolvió en una toalla. Al pasar frente al espejo empañado, limpió un círculo con la mano y observó su reflejo. Sus ojos parecían diferentes, más brillantes, casi con un destello ambarino que nunca había notado antes. Parpadeó varias veces, convenciéndose de que era solo un efecto de la luz.
—Estás imaginando cosas —se dijo en voz alta, pero la inquietud persistía.
Desde aquel encuentro con Aidan en el bosque, desde que él la había tocado, algo se había alterado en su interior. Sus sentidos parecían más agudos. Los olores eran más intensos, los sonidos más claros. Incluso su apetito había cambiado; anhelaba carne casi cruda, ella que siempre la habí