Aidan
La luna creciente se alzaba sobre el bosque mientras yo permanecía inmóvil en el porche de mi casa, con la mirada fija en la ventana iluminada de Noelia. Su silueta se movía con gracia tras las cortinas, inconsciente de mi vigilancia. El lobo en mi interior gruñía satisfecho al tenerla cerca, pero el hombre... el hombre recordaba. Cerré los ojos y dejé que los recuerdos fluyeran como un río oscuro y turbulento. Hace diez años, cuando apenas comenzaba a asumir el liderazgo de la manada tras la muerte de mi padre, confié ciegamente en quienes me rodeaban. Especialmente en Elisa, mi beta y amante en aquel entonces. La creía leal, devota a nuestra manada y a mí. Qué equivocado estaba. El viento frío de la noche me devolvió al presente por un instante. Inspiré profundamente, captando el aroma a jazmín que emanaba de la casa de Noelia. Su esencia me calmaba y me atormentaba a partes iguales. Volví a sumergirme en el pasado. La noche en que todo cambió. La noche en que descubrí que Eli