Noelia
La noche había caído sobre el vecindario, envolviendo mi casa en un manto de silencio que solo era interrumpido por el suave crepitar de la chimenea. Sentada en el sofá, con una taza de té entre mis manos, observaba las llamas danzar mientras mi mente divagaba en pensamientos que ya no podía seguir negando.
Aidan Blackwood. Su nombre resonaba en mi cabeza como un eco interminable. El hombre lobo, el Alfa, mi vecino... mi tormento y, ahora, algo más que no me atrevía a nombrar completamente.
Dejé la taza sobre la mesita y me abracé a mí misma. ¿Cómo había llegado a este punto? Hace apenas unas semanas, lo único que quería era alejarme de él, de su presencia abrumadora, de esa mirada que parecía desnudar mi alma. Y ahora...
El timbre sonó, sobresaltándome. No necesitaba preguntar quién era; lo sentía. Esa conexión inexplicable que se había formado entre nosotros me permitía reconocer su presencia incluso antes de verlo.
Abrí la puerta y allí estaba él, imponente como siempre, per