Aidan
El aroma de Noelia permanecía en mis dedos mientras conducía por las calles del vecindario. Había pasado la noche vigilando su casa desde la distancia, oculto entre las sombras. No podía evitarlo. Mi lobo interior estaba inquieto, agitado por una sensación que no había experimentado en décadas: miedo.
No era miedo por mí, sino por ella. Por Noelia.
Algo en el aire había cambiado. Un olor extraño, ajeno a nuestro territorio, se había infiltrado en los últimos días. Olía a lobo, a macho alfa, pero no de nuestra manada. Alguien estaba marcando territorio cerca de nosotros, demasiado cerca de ella.
Aparqué el coche a dos calles de su casa y continué a pie. El sol comenzaba a elevarse, tiñendo el cielo de un naranja pálido que contrastaba con las nubes grises que amenazaban tormenta. Perfecto para camuflar mi presencia.
La vi salir de su casa con ese andar decidido que tanto me fascinaba. Llevaba un vestido azul que se mecía con la brisa matutina y el cabello recogido en una coleta a