Aidan
La luna se alzaba sobre nosotros, casi completa, como un ojo plateado que vigilaba cada uno de mis movimientos. Sentía su influencia tirando de mi interior, despertando al lobo que rugía por salir. Pero esta noche necesitaba mantenerlo controlado. Noelia merecía explicaciones, no instintos.
La observé mientras se acomodaba en el sofá de mi sala, envuelta en una manta que había tomado del respaldo. Su cabello caía como una cascada oscura sobre sus hombros, y sus ojos, esos ojos que me habían hechizado desde el primer momento, me miraban con una mezcla de curiosidad y temor.
—Hay cosas que necesitas saber —comencé, sentándome frente a ella, manteniendo una distancia prudente aunque cada fibra de mi ser me pedía acercarme, tocarla, marcarla como mía—. Sobre mí, sobre lo que soy... sobre lo que significa todo esto.
Noelia asintió, apretando la manta contra su cuerpo como si fuera un escudo.
—Soy un Alfa —continué, sintiendo cómo las palabras salían de mi garganta con un tono más gra