Aidan
El viento traía consigo un mensaje que solo yo podía descifrar. Olores extraños, territoriales, agresivos. La manada de Donovan se estaba acercando demasiado a nuestros límites, y no era casualidad. Desde la ventana de mi estudio, observaba el bosque que rodeaba nuestra propiedad mientras la luna creciente iluminaba tenuemente el paisaje. Mi cuerpo entero estaba en tensión, cada músculo preparado para el combate.
Noelia dormía en nuestra habitación. Su respiración tranquila era lo único que me mantenía anclado a la cordura. Desde que la había marcado como mía, mi instinto protector se había multiplicado hasta límites que ni yo mismo comprendía. No era solo amor o deseo; era una necesidad visceral de mantenerla a salvo, de eliminar cualquier amenaza que se atreviera a acercarse a ella.
El teléfono vibró en mi bolsillo. Era Marcus.
—Los hemos detectado en el límite este, cerca del arroyo —informó sin preámbulos—. Tres exploradores, probablemente reconociendo el terreno.
—¿Cuánto t