•Vlad Vólkov•
Jugué con el arma entre mis manos y sonreí al imaginar lo que haría con ella en las próximas horas, sería divertido y estaba ansioso porque acabara la jodida espera. Subí los pies al tablero del auto y me gané una mirada de reprobación por parte de Alek; mi hermano menor. Al carajo, él hacía cosas peores y nadie le decía nada. Solo por diversión, le quité el cigarro de las manos, le di una calada y expulsé el humo de mis pulmones con una sonrisa en el rostro. Sabía que eso lo iba a molestar, pero eso era lo que estaba buscando. Necesitaba su maldita ira en este momento para así poder llevar a cabo nuestro plan, no me servía calmado. —Sigues y te bajo del auto a patadas —advirtió. —No lo harás —respondí seguro y él me miró mal. —Retame. —No lo harás porque me necesitas para joderle la existencia al imbécil que estamos esperando, ¿O me equivoco? —Lo puedo hacer sin tí, te traje solo por diversión. Tenía razón, pero por tratarse del mejor amigo de su mujer, necesitaba que alguien más metiera las manos en el asunto, de lo contrario, tendría problemas maritales. El tipo que estábamos esperando se llamaba Sergei, era un imbécil que había intentado meterse en su relación y en los asuntos del negocio familiar. Había puesto una denuncia en la policía alegando que tenía pruebas de nuestros negocios turbios, lo que nos llevó a idear un plan para cerrarle la boca. Razón por la que nos encontrábamos a pocas cuadras de su casa esperando el momento indicado para acercarnos y divertirnos un rato con él. —Sabes que me necesitas así digas lo contrario—respondí con diversión y él me miró mal nuevamente. Bien, estaba logrando mi cometido al hacerlo enfurecer. —Cierra la boca, Vlad. Reí al escucharlo y decidí guardar silencio. Por lo visto no estaba de tan buen humor como yo creía, lo que me favorecía, pero no iba a admitirlo en voz alta. Miré la hora en mi reloj de mano y mi emoción aumentó al notar que ya se acercaba el momento de la diversión. A una hora en específico el imbécil de Sergei saldría de casa a un partido de Basket. Ese sería el momento indicado para aparecer y darle su merecido. Volteé a ver a Alek y este se encontraba con los dientes apretados por la rabia. Sonreí al verlo y decidí no decirle nada, sabía que se calmaría en cuánto estuviera al imbécil enfrente. Salí de mis pensamientos cuando la silueta del susodicho apareció en nuestro campo de visión y, sin pensarlo demasiado, le quité el seguro a la pistola entre mis manos y comencé a apuntarlo imaginando las balas en su cuerpo. Que divertido. —Baja el arma, Vlad. —No. —Bajala —exigió con voz dura —. Sabes que no la vamos a usar para lo que tú estás imaginando. Siempre hay un aburrido. —¿Por qué le tienes que quitar lo divertido a la situación? —Porque sabes perfectamente que no le podemos hacer nada al tipo, Dasha no me lo perdonaría. —A mí no me diría nada —moví las cejas de arriba a abajo con una sonrisa en el rostro y él negó nuevamente. —He dicho que no y punto. —Bueno, ya veo que te estás volviendo un blandengue con el tipo —comencé a provocarlo y a jugar con la pistola en mis manos nuevamente como un gesto casual. No respondió ante mis palabras, así que decidí continuar. —Si te descuidas un día de estos te la van a venir quitando y ni cuenta te vas a dar —continué provocando su ira y, sin que pasara mucho tiempo, lo tenía encima de mí tomando mi cuello con sus manos y ejerciendo fuerza en el mismo para quitarme la respiración. Reí al notar que había despertado a sus demonios y lo miré fijó a los ojos sin dejar de sonreír como un tonto. No me haría nada, éramos hermanos, socios y compañeros de vida, lo conocía como a la palma de mi mano. Le hablaba en el vientre de mamá todos los días, sin excepción. Nuestra conexión como hermanos era única y una rabieta no cortaría tal lazo de amor entre ambos. —O cierras la maldita boca de una vez o te saco los dientes con mis propias manos, Vlad —amenazó con rabia. Tocarle el tema de su mujer era como encender una bomba de tiempo, ella era sagrada para él y por tal motivo nos encontrábamos siguiendo al idiota que estaba intentando meterse en su relación. Dasha era su ángel y no permitía que nadie la tocara ni por error. —Intentalo —lo reté con una sonrisa en el rostro. Apretó más mi cuello y la respiración comenzó a fallarme, pero aún así no dejé de sonreír. Podía desconfiar de lo que fuera, menos de él. Sabía que no sería capaz de acabar con mi existencia. Mi vida se la confiaba únicamente a él con los ojos cerrados. Compartimos el mismo vientre en tiempos distintos, sabía que no me fallaría. Mi cuerpo comenzó a protestar por la falta de oxígeno, pero aún así no moví un solo dedo por soltarme de su agarre, la lealtad la llevábamos en la sangre y la traición era nuestra enemiga principal. Para mi fortuna, a los pocos segundos me soltó y volvió a su asiento. Rápidamente comencé a toser y a recuperar el oxígeno perdido, para posteriormente reír a carcajadas y mirarlo. —Te quedó excelente el numerito, Alek —lo felicité —. Espero que lo hagas mil veces mejor con el imbécil que tenemos al frente —señalé con mi quijada a Sergei, quien se encontraba a pocos metros de nosotros y Alek no respondió nada. Encendió el auto y justo cuando se disponía a ponerlo en marcha para seguirle los pasos a Sergei, una silueta femenina apareció en nuestro campo de visión y se posó al lado del imbécil. La chica era una pelirroja con buenas curvas, vestía un uniforme de hospital y en su hombro cargaba un enorme bolso dónde parecía llevar una casa metida. No le presté demasiada atención hasta que comenzó a reír y volteó por unos pocos segundos a despedirse de alguien que se encontraba en la casa de la que habían salido. Toda la diversión y buen humor que sentía en el momento abandonó mi cuerpo al instante al ver su rostro. Palidecí por un instante y el shock no salió de mi cuerpo hasta que Alek finalmente encendió el auto y comenzó a seguirlos a una distancia prudencial. Los recuerdos del pasado azotaron mi mente y corazón sin piedad, pero aunque intenté ignorarlos, me fué imposible. El pasado volvió como un huracán a llevarse la poca tranquilidad que había en mí. El rostro tan idéntico al pasado que me atormentaba día y noche, se encontraba a pocos pasos de mi. Podía jurar que se trataba de la misma persona, pero sabía que eso no era posible. Ella había muerto aquella noche. Traté de observarla desde mi posición más a detalle, pero por la distancia entre ambos se me hizo completamente imposible. Mi corazón amenazaba con salirse en cualquier momento de mi caja torácica, mi respiración había comenzado a fallar y los fantasmas del pasado amenazaban con volver. No puede ser. No pueden ser la misma persona. Ava estaba muerta, yo había visto su cuerpo inerte con mis propios ojos. Esto tenía que tratarse de una mala broma del destino. No había otra explicación para que la mujer que tenía a escasos metros de mí, fuera idéntica a mi primer amor, ese que me tocó dejar ir por crueldad del destino. ¡Maldita sea! Sin poder evitarlo, golpeé con fuerza el tablero del auto y Alek me miró rápidamente sin entender un carajo. Pero no estaba para dar explicaciones de ningún tipo y menos sobre ese tema. Nadie sabía que ella había existido en mi vida, solo mi padre, quién se encargó de desaparecerla solo por hacerme daño. Recordarlo dolía como el infierno, pero no era momento de llorar ni recordar el pasado. Necesitaba saber quién carajos era esa mujer y por qué se parecía tanto a Ava. —¿Y ahora qué coño te pasa, Vlad? —¿Quién es ella? —ignoré su pregunta y fuí directo al grano. Necesitaba respuestas. —La hermana de Sergei, ¿Por qué? —preguntó curioso y no respondí. Ava no tenía hermanos, era hija única. Entonces, ¿Quién era esa mujer? —¿Cómo se llama? —pregunté con voz dura. —¿Para qué quieres saberlo? —nuevamente preguntó con curiosidad y sin entender un carajo, pero no le explicaría nada, y menos sobre ese tema que aún dolía como los mil demonios. —¡Respóndeme la maldita pregunta, carajo! —grité al borde de la locura y él me miró con el celo fruncido, guardó silencio durante unos segundos que me parecieron eternos y luego me miró. —Ada —soltó y lo miré de vuelta. —¿Ada qué? —exigí el apellido con voz dura y el entrecerró los ojos al ver mi insistencia por la chica. —Sloan. Asentí al escucharlo y me quedé en silencio. Ada Sloan. Bien. —¿Qué estás tramando, Vlad? Silencio. —Nuestro problema es con el imbécil de Sergei, la chica no tiene nada que ver en... —¡Cierra la puta boca, Alek! —grité al perder la paciencia y no poder pensar con claridad al escuchar su voz. Mis pensamientos estaban a mil por segundo y escucharlo no me ayudaba en lo absoluto. Necesitaba silencio para atar cabos y saber quién era Ada Sloan. —Solo te advierto que con ella no, es inocente y no tiene nada qué ver en esto. —A mí no me digas qué hacer, eso es asunto mío. —Si a la chica le pasa algo tendremos problemas tú y yo —advirtió con voz dura y guardé silencio. No tenía caso responderle. Sus patéticas advertencias me importaban un bledo y no me detendrían para averiguar quién era esa mujer y por qué su parecido con mi primer amor.•Vlad Vólkov• 3 meses después... Le dí un sorbo a mi trago y esperé pacientemente a que llegara la mujer que había citado en mi auto esa noche. Mi chofer se encontraba en el asiento del píloto esperando una orden de mi parte para poder proceder, pero no me iría de ese lugar sin antes lograr mi objetivo. Necesitaba que Ada supiera que existía y que estaba dispuesto a conquistarla, tenía meses observándola desde las sombras y anhelando por fin poder tenerla entre mis brazos. Luego de tanta espera, por fin había llegado el momento indicado. La puerta a mi lado se abrió y por la misma entró la mujer que estaba esperando. Le sonreí al tenerla sentada a mi lado y ella imitó mi gesto al instante. El chofer bajó del auto y nos dejó solos, tal como se lo había ordenado minutos antes. —Buenas noches —la saludé con educación y reí al ver la mirada que me dedicó al instante. No estaba nada contenta, y la entendía, pero aún así me importaba muy poco. Quería lograr mi objetivo y, si para es
•Ada Sloan•Él imitó mi acto y juntos reímos durante unos minutos donde se me olvidaron todos mis problemas, el lugar en el que nos encontrábamos y mi miedo a estar en un espacio reducido con una persona del sexo opuesto.A los pocos minutos dejé de reír y, sin poder evitarlo, me quedé mirándolo fijamente al igual que él a mí, como si no existiera nada más a nuestro alrededor.A pesar de la poca luz que había en el lugar, pude notar el azul de su mirada y me quedé embelesada con la misma. Tenía unos ojos realmente hermosos, sin mencionar sus largas y abundantes pestañas.Bajé mi mirada hasta sus labios y noté como los relamía al sentir mi mirada en los mismos.El sonido del juego seguía sonando de fondo, pero aún así ambos estábamos muy ocupados mirándonos mutuamente que no le préstamos atención a ese detalle.Era un hombre realmente guapo, cualquier mujer en su sano juicio lo notaría, sin duda.—¿Qué edad tienes, Ada? —su pregunta me sacó de mis pensamientos.—Veintisiete, ¿Y tú?—Tr
•Ada Sloan•Días después...Le di un sorbo a mi café y miré con diversión a mis amigas, quienes se encontraban en mi departamento luego de un larga jornada laboral en el hospital, ellas no paraban de acosarme con sus preguntas sobre lo que había ocurrido días antes en el hospital con aquel guapo hombre. Luego del incidente que pasó en el ascensor, lograron solucionar la falla que había ocasionado que el mismo se quedará sin electricidad. Por lo que afortunadamente Vlad y yo logramos salir ilesos de todo.Obviamente se había armado un desastre en el hospital al descubrir que el ascensor estaba paralizado, por lo que al salir, nos encontrábamos con la mitad de los médicos y personas curiosas al pie de las puertas.Había sido un poco incómodo tener sus miradas encima de nosotros, pero todo eso fue ignorado cuando nos comenzaron a preguntar sí estábamos bien y demás.Luego de eso, nos llevaron a una habitación a revisarnos un poco más a detalle para ver si todo estaba en orden, pues al p
•Ada Sloan•Le sonreí con amabilidad al mesero que nos estaba atendiendo aquella noche y Vlad comenzó a ordenar por mí, pues estabamos en un restaurante italiano y la verdad era que no sabía qué pedir en el menú. —¿Quieres un poco de vino tinto? —su pregunta me sacó de mis pensamientos y solo hasta ese momento me di cuenta de que el mesero ya se había ido y habíamos quedado solos nuevamente. Asentí en respuesta y él inmediatamente sirvió un poco del líquido en mi copa, misma que me llevé a la boca al instante. Gemí bajito al sentir el exquisito sabor del vino en mi palader y no pasó desapercibido para mí como me miró justo en ese instante. Lo hacía como si quisiera denudarme con la mirada, algo que no llegó a incomodarme del todo, pero sí lograr que mi corazón comenzara a latir frenticamente a causa de los nervios.—¿Y qué tal te fue hoy en tu guardia? —preguntó nuevamente haciendome volver a la realidad y le sonreí antes de contestar. —Muy bien, afortunadamente no hubieron tantas
•Vlad Vólkov•Apreté a Ada contra mi pecho mientras veía con odio al tipo que tenía frente a mí y lo apuntaba con mi arma. Era amigo del dueño del restaurante en el que nos encontrábamos, por lo que me importaba muy poco dar un espectáculo en el sitio. Ese imbécil pagaría por haberla tocado de esa manera. No sabía quién carajos era, pero ya lo averiguaría y lo haría pagar por el dolor que le causó a ella, quién lloraba desconsoladamente en mi pecho y me pedía que no hiciera nada. —¿Ahora sí tienes miedo, imbécil? —me dirigí a él con voz dura al notar como había miedo en su mirada y como alzaba los brazos a cada lado de su cabeza dando a entender que se estaba rindiendo. Pero ya era demasiado tarde para arrepentimientos. Le había advertido que debía soltar a Ada si no quería que las cosas terminaran mal, pero al parecer pensó que mis amenazas eran en vano. —Puedes tener problemas con la policía si llegas a hacerme algo, estamos en un lugar público y tienes un arma de fuego —dijo
•Ada Sloan• Di varias vueltas en la cama y maldije en voz baja al no poder conciliar el sueño. Tenía varias horas en lo mismo y nada que lograba dormir. Un poco frustrada, me levanté de la cama y caminé directamente hasta la cocina, me prepararía un poco de leche caliente a ver si con eso se me quitaba el insomnio. Habían pasado varias semanas desde el incidente que habia ocurrido en el restaurante al que fui con Vlad. Semanas en las que el miedo volvió nuevamente y me hizo sentirme más insegura de lo normal. Temía que Andrei pudiera dar con mi ubicación, sabía que era capaz de hacer todo por saltarse los protocolos del edificio y entrar como Pedro por su casa solo para hacerme daño. No sabía por qué, pero desde que me había conocido se había empeñado en hacerme daño. Había comenzado con pequeñas bromas de mal gusto, luego sus juegos pesados donde pegaba chicles en mi cabello y por último, decidió colarse en mi habitación de noche para tocarme sin mi consentimiento. Razón por l
•Ada Sloan•Le di la vuelta a la pequeña tortilla de omelette que tenía en el sartén y sonreí con emoción al ver lo linda que me había quedado. Y, aunque parecía algo ridículo e infantil, me emocionaba porque era la primera vez que no se me rompia en el sartén y quedaba como huevo revuelto. Esperé durante unos segundos más y cuando sentí que ya había sido suficiente, apagué la estufa y comencé a servir todo en los platos. Vlad se había quedado a dormir en casa, había sido un poco raro para mí el dormir con alguien en la misma cama, pues no estaba acostumbrada y menos desde lo que había pasado con Andrei, pero debo admitir que su cuerpo se había convertido en mi almohada toda la noche. No había sido nada fácil para mí el confesarle toda la verdad con respecto a mis traumas y demás, pero cuando lo vi tan furioso y a punto de explotar, decidí no tentar mi suerte y hablar de una vez por todas. Tenía miedo de lo que pudiera hacer, ya sabía que él era un mafioso y, aunque no sentía temor
Vlad VólkovSolté el cuchillo que tenía entre mis manos y sonreí con malicia al ver el cuerpo inerte de mi víctima frente a mí completamente bañado en sangre. Le dediqué una rápida mirada a mi hombre de confianza y con una seña le pedí que terminara de acercarse hasta donde me encontraba, y así lo hizo. —Elimina todo rastro de lo que pasó aquí, quema el cuerpo y asegúrate de hacer parecer la desaparición de ese imbécil como una fuga de su parte, ¿Entendido? —Asintió al escucharme y satisfecho con su respuesta, comencé a caminar hasta la salida de aquel galpón en el que me encontraba. Estaba muy feliz ese día, pues afortunadamente esa víctima en particular antes de morir me había develado información que necesitaba para poder llevar uno de mis planes a cabo, razón por la que su muerte no fue tan dolorosa como lo tenía planeado. Me quité la camisa y comencé a limpiar mis manos cubiertas de sangre una vez estuve frente a mi coche y mi guardaespaldas abrió la puerta trasera para mí. Su