Capítulo 1

•Vlad Vólkov•

Jugué con el arma entre mis manos y sonreí al imaginar lo que haría con ella en las próximas horas, sería divertido y estaba ansioso porque acabara la jodida espera. Subí los pies al tablero del auto y me gané una mirada de reprobación por parte de Alek; mi hermano menor.

Al carajo, él hacía cosas peores y nadie le decía nada.

Solo por diversión, le quité el cigarro de las manos, le di una calada y expulsé el humo de mis pulmones con una sonrisa en el rostro. Sabía que eso lo iba a molestar, pero eso era lo que estaba buscando. Necesitaba su maldita ira en este momento para así poder llevar a cabo nuestro plan, no me servía calmado.

—Sigues y te bajo del auto a patadas —advirtió.

—No lo harás —respondí seguro y él me miró mal.

—Retame.

—No lo harás porque me necesitas para joderle la existencia al imbécil que estamos esperando, ¿O me equivoco?

—Lo puedo hacer sin tí, te traje solo por diversión.

Tenía razón, pero por tratarse del mejor amigo de su mujer, necesitaba que alguien más metiera las manos en el asunto, de lo contrario, tendría problemas maritales.

El tipo que estábamos esperando se llamaba Sergei, era un imbécil que había  intentado meterse en su relación y en los asuntos del negocio familiar. Había puesto una denuncia en la policía alegando que tenía pruebas de nuestros negocios turbios, lo que nos llevó a idear un plan para cerrarle la boca.

Razón por la que nos encontrábamos a pocas cuadras de su casa esperando el momento indicado para acercarnos y divertirnos un rato con él.

—Sabes que me necesitas así digas lo contrario—respondí con diversión y él me miró mal nuevamente. Bien, estaba logrando mi cometido al hacerlo enfurecer.

—Cierra la boca, Vlad.

Reí al escucharlo y decidí guardar silencio. Por lo visto no estaba de tan buen humor como yo creía, lo que me favorecía, pero no iba a admitirlo en voz alta.

Miré la hora en mi reloj de mano y mi emoción aumentó al notar que ya se acercaba el momento de la diversión. A una hora en específico el imbécil de Sergei saldría de casa a un partido de Basket. Ese sería el momento indicado para aparecer y darle su merecido.

Volteé a ver a Alek y este se encontraba con los dientes apretados por la rabia. Sonreí al verlo y decidí no decirle nada, sabía que se calmaría en cuánto estuviera al imbécil enfrente.

Salí de mis pensamientos cuando la silueta del susodicho apareció en nuestro campo de visión y, sin pensarlo demasiado, le quité el seguro a la pistola entre mis manos y comencé a apuntarlo imaginando las balas en su cuerpo.

Que divertido.

—Baja el arma, Vlad.

—No.

—Bajala —exigió con voz dura —. Sabes que no la vamos a usar para lo que tú estás imaginando.

Siempre hay un aburrido.

—¿Por qué le tienes que quitar lo divertido a la situación?

—Porque sabes perfectamente que no le podemos hacer nada al tipo, Dasha no me lo perdonaría.

—A mí no me diría nada —moví las cejas de arriba a abajo con una sonrisa en el rostro y él negó nuevamente.

—He dicho que no y punto.

—Bueno, ya veo que te estás volviendo un blandengue con el tipo —comencé a provocarlo y a jugar con la pistola en mis manos nuevamente como un gesto casual.

No respondió ante mis palabras, así que decidí continuar.

—Si te descuidas un día de estos te la van a venir quitando y ni cuenta te vas a dar —continué provocando su ira y, sin que pasara mucho tiempo, lo tenía encima de mí tomando mi cuello con sus manos y ejerciendo fuerza en el mismo para quitarme la respiración.

Reí al notar que había despertado a sus demonios y lo miré fijó a los ojos sin dejar de sonreír como un tonto. No me haría nada, éramos hermanos, socios y compañeros de vida, lo conocía como a la palma de mi mano.

Le hablaba en el vientre de mamá todos los días, sin excepción.

Nuestra conexión como hermanos era única y una rabieta no cortaría tal lazo de amor entre ambos.

—O cierras la maldita boca de una vez o te saco los dientes con mis propias manos, Vlad —amenazó con rabia.

Tocarle el tema de su mujer era como encender una bomba de tiempo, ella era sagrada para él y por tal motivo nos encontrábamos siguiendo al idiota que estaba intentando meterse en su relación.

Dasha era su ángel y no permitía que nadie la tocara ni por error.

—Intentalo —lo reté con una sonrisa en el rostro. Apretó más mi cuello y la respiración comenzó a fallarme, pero aún así no dejé de sonreír.

Podía desconfiar de lo que fuera, menos de él.

Sabía que no sería capaz de acabar con mi existencia. Mi vida se la confiaba únicamente a él con los ojos cerrados. Compartimos el mismo vientre en tiempos distintos, sabía que no me fallaría.

Mi cuerpo comenzó a protestar por la falta de oxígeno, pero aún así no moví un solo dedo por soltarme de su agarre, la lealtad la llevábamos en la sangre y la traición era nuestra enemiga principal.

Para mi fortuna, a los pocos segundos me soltó y volvió a su asiento. Rápidamente comencé a toser y a recuperar el oxígeno perdido, para posteriormente reír a carcajadas y mirarlo.

—Te quedó excelente el numerito, Alek —lo felicité —. Espero que lo hagas mil veces mejor con el imbécil que tenemos al frente —señalé con mi quijada a Sergei, quien se encontraba a pocos metros de nosotros y Alek no respondió nada.

Encendió el auto y justo cuando se disponía a ponerlo en marcha para seguirle los pasos a Sergei, una silueta femenina apareció en nuestro campo de visión y se posó al lado del imbécil.

La chica era una pelirroja con buenas curvas, vestía un uniforme de hospital y en su hombro cargaba un enorme bolso dónde parecía llevar una casa metida.

No le presté demasiada atención hasta que comenzó a reír y volteó por unos pocos segundos a despedirse de alguien que se encontraba en la casa de la que habían salido.

Toda la diversión y buen humor que sentía en el momento abandonó mi cuerpo al instante al ver su rostro. Palidecí por un instante y el shock no salió de mi cuerpo hasta que Alek finalmente encendió el auto y comenzó a seguirlos a una distancia prudencial.

Los recuerdos del pasado azotaron mi mente y corazón sin piedad, pero aunque intenté ignorarlos, me fué imposible.

El pasado volvió como un huracán a llevarse la poca tranquilidad que había en mí.

El rostro tan idéntico al pasado que me atormentaba día y noche, se encontraba a pocos pasos de mi. Podía jurar que se trataba de la misma persona, pero sabía que eso no era posible.

Ella había muerto aquella noche.

Traté de observarla desde mi posición más a detalle, pero por la distancia entre ambos se me hizo completamente imposible. Mi corazón amenazaba con salirse en cualquier momento de mi caja torácica, mi respiración había comenzado a fallar y los fantasmas del pasado amenazaban con volver.

No puede ser.

No pueden ser la misma persona.

Ava estaba muerta, yo había visto su cuerpo inerte con mis propios ojos.

Esto tenía que tratarse de una mala broma del destino. No había otra explicación para que la mujer que tenía a escasos metros de mí, fuera idéntica a mi primer amor, ese que me tocó dejar ir por crueldad del destino.

¡Maldita sea!

Sin poder evitarlo, golpeé con fuerza el tablero del auto y Alek me miró rápidamente sin entender un carajo. Pero no estaba para dar explicaciones de ningún tipo y menos sobre ese tema.

Nadie sabía que ella había existido en mi vida, solo mi padre, quién se encargó de desaparecerla solo por hacerme daño.

Recordarlo dolía como el infierno, pero no era momento de llorar ni recordar el pasado. Necesitaba saber quién carajos era esa mujer y por qué se parecía tanto a Ava.

—¿Y ahora qué coño te pasa, Vlad?

—¿Quién es ella? —ignoré su pregunta y fuí directo al grano. Necesitaba respuestas.

—La hermana de Sergei, ¿Por qué? —preguntó curioso y no respondí.

Ava no tenía hermanos, era hija única.

Entonces, ¿Quién era esa mujer?

—¿Cómo se llama? —pregunté con voz dura.

—¿Para qué quieres saberlo? —nuevamente preguntó con curiosidad y sin entender un carajo, pero no le explicaría nada, y menos sobre ese tema que aún dolía como los mil demonios.

—¡Respóndeme la maldita pregunta, carajo! —grité al borde de la locura y él me miró con el celo fruncido, guardó silencio durante unos segundos que me parecieron eternos y luego me miró.

—Ada —soltó y lo miré de vuelta.

—¿Ada qué? —exigí el apellido con voz dura y el entrecerró los ojos al ver mi insistencia por la chica.

—Sloan.

Asentí al escucharlo y me quedé en silencio.

Ada Sloan.

Bien.

—¿Qué estás tramando, Vlad?

Silencio.

—Nuestro problema es con el imbécil de Sergei, la chica no tiene nada que ver en...

—¡Cierra la puta boca, Alek! —grité al perder la paciencia y no poder pensar con claridad al escuchar su voz.

Mis pensamientos estaban a mil por segundo y escucharlo no me ayudaba en lo absoluto. Necesitaba silencio para atar cabos y saber quién era Ada Sloan.

—Solo te advierto que con ella no, es inocente y no tiene nada qué ver en esto.

—A mí no me digas qué hacer, eso es asunto mío.

—Si a la chica le pasa algo tendremos problemas tú y yo —advirtió con voz dura y guardé silencio.

No tenía caso responderle.

Sus patéticas advertencias me importaban un bledo y no me detendrían para averiguar quién era esa mujer y por qué su parecido con mi primer amor.

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