Ada Sloan
Solté un largo suspiro y finalmente me atreví a hablar luego de varios minutos en silencio.
—Lo siento, Vlad —susurré con un nudo en la garganta.
Nos encontrábamos sentados a un lado de la carretera desde que me atreví a ser sincera con él y conmigo misma. Porque sí, debía reconocer que mi actitud no había sido la más madura a pesar de todo lo que había pasado.
Debía actuar como la mujer que era y no desde mi niña interior; ésa que aún pedía atención a gritos y a la que le estaba complaciendo el capricho de llamar la atención de Vlad.
Él por su parte guardó silencio y no respondió, por lo que entendí que me estaba dejando expresarme con respeto y se lo agradecía.
—Reconozco que la actitud que he tenido contigo desde hace algunos días no ha sido la más correcta ni madura y por ello te pido disculpas.
—Nunca pidas disculpas, siempre ofrecelas —fruncí el ceño al escucharlo y él al entender mi gesto, continuó hablando —. Cuando te quieras disculpar con alguien, jamás le pida