LA OBSESIÓN DE LA BESTIA
LA OBSESIÓN DE LA BESTIA
Por: Venus Kozlov
Prólogo

•Vlad Vólkov•

Un gemido de dolor se escapa de mi garganta sin que pueda detenerlo, el dolor punzante en mis costillas me hace retorcerme en la silla en la que me encuentro sentado en contra de mi voluntad y gruesas lágrimas corren por mis mejillas sin parar.

La adrenalina y el dolor no me permiten pensar ni actuar con claridad, sé que debo salir de este sitio, sé que tengo que ir a protegerla a ella, pero también sé que la traición en este mundo se paga con muerte y más si se trata de mi propio padre.

—¿Quedó claro o necesitas que te lo explique con peras y manzanas? —tomó mi quijada entre su gruesa mano y me obligó a mirarlo directamente a los ojos, mismos que no reflejaban más que rabia y maldad pura.

Él no tenía corazón y se estaba encargando de demostrarlo con acciones.

Asentí al recordar su pregunta y no pasaron muchos segundos hasta que mi cara giró a un lado por la fuerte bofetada que me propinó. Mi mejilla comenzó a arder al instante, acto que me hizo apretar los puños con fuerza por la impotencia que sentía de no poder hacer absolutamente nada.

Maldita sea.

Maldito seas, Pavel Vólkov.

—Sí.

—¿Sí qué?

—Sí, padre.

—Bien, repasemos entonces la lección del día antes de aventurarnos a nuestra próxima parada, ¿Te parece?

Levanté la mirada al escucharlo y no supe qué hacer. Sus órdenes habían sido claras, pero también sabía que si llegaba a decir una palabra sin su consentimiento, el castigo sería peor.

—Comencemos —rodó una silla que se encontraba cerca de ambos, la puso frente a mí, se sentó en la misma y sonrió con maldad —. En este mundo no se tiene corazón ni piedad, ¿Por qué?

—Porque lo utilizarían en nuestra contra.

—Muy bien, ese es mi muchacho —dejó suaves golpes en mis hombros que me dolieron como el infierno, pero me controlé y tragué grueso dándole a entender que su plan no estaba funcionando.

Él amaba causar dolor en las personas, era un fetiche que tenía desde siempre y estaba seguro de que nada ni nadie lo haría cambiar.

—¿Por qué alguien como tú no puede amar ni ser amado? —en su tono de voz había satisfacción infinita, lo que me hizo apretar los dientes y los puños con fuerza. Conocía sus intenciones a la perfección y me enfurecía saber que, por más que lo intentara, nada podría salvarme de lo que él tenía planeado.

—Porque amar y ser amado es una debilidad que se paga con muerte —repetí las frías palabras que me dijo cuando me trajo a este lugar y me amarró a la silla en la que me encontraba sentado.

—¿Y por qué no puedes siquiera pensar en un futuro con Ava Smirnova?

Escuchar ese nombre saliendo de su boca provocaron en mí sensaciones difíciles de reconocer en el momento, mismas que derivan de la rabia y la impotencia al no poder hacer nada para que no le haga daño.

—Porque en este mundo ella no es bienvenida —solté con voz raposa por el nudo en mi garganta y me obligué a no llorar más, no delante de él.

Hacerlo era como darle dulces a un niño. Mientras más le dabas, más quería y se emocionaba.

—¿Y qué más? —insistió y quise tener el poder de soltarme por arte de magia de la silla y estrangularlo hasta su último maldito aliento.

Lo odiaba con todas las fuerzas de mi ser.

—Y una bestia como yo no puede amar y ser amado —repetí las palabras que desde que tenía uso de razón él se había encargado de repetirme todos los días para convencerme de las mismas.

No era una bestia.

No.

No lo era.

No me convencería de ello.

Jamás.

—Así es, una bestia como tú no puede amar y ser amado, jamás te olvides de eso, ¿Quedó claro?

—Sí, padre.

—Buen chico —se levantó de la silla, tomó su teléfono, tecleó algo en el mismo y posteriormente me miró con una siniestra sonrisa en el rostro.

—Tu vuelo para Ucrania sale en menos de dos horas, así que es mejor te vayas preparando física y mentalmente para todo lo que tengo preparado para tí.

Fruncí el ceño al escucharlo.

—Espera, ¿Ucrania? ¿Por qué nos vamos si los negocios están aquí?

Eso no tenía sentido.

—¿Nos vamos? —me miró con burla —. Entendiste mal, aquí el que se va eres tú.

No, no, no.

Maldita sea.

Estaba tramando algo, lo sabía.

Tanta tranquilidad de su parte parecía demasiado bella para ser cierta.

—No, no me puedes hacer esto, papá —intenté soltarme de las cuerdas que me tenían amarrado a aquella silla para poder pararme y tratar de convencerlo.

—Sí puedo, ya lo hice. En unas horas estarás en otro país recibiendo el entrenamiento que una bestia como tú necesita para pulirse como un diamante en bruto.

No, no, no.

—¿Y qué pasará con mi vida en este lugar? ¿Es que acaso no piensas en todo lo que tengo aquí? Vivimos en este país desde que nací, no me puedes mandar a otro sitio solo porque sí.

—Oh, me veo en la obligación de corregirte —se acercó nuevamente hasta donde me encontraba, tomó mi quijada entre sus manos y me hizo mirarlo a los ojos —. Te vas a Ucrania durante un tiempo indefinido por tu desobediencia. Sabías las reglas y aún así las rompiste, ahora asume las consecuencias de tus actos.

—¿Y qué pasará con Ava? —me atreví a preguntar aunque sabía que podía ser mala idea nombrarla en esta turbia conversación, pero no me podía quedar sin saber qué pasaría con ella; mi gran amor.

—La voy a desaparecer del mapa, ¿Contento?

Palidecí al escucharlo y él rió al ver mi cara. Esperaba que me dijera que se trataba de una broma de mal gusto o que solo me quería ver asustado, pero al notar como seguía riendo durante varios minutos de la misma manera, entendí que detrás de sus palabras no había más que verdad pura.

—No te atrevas a tocarle un solo dedo —amenacé con voz dura.

—Y tú no te atrevas a amenazarme de la manera en la que lo estás haciendo —advirtió —. Sabes perfectamente que si quiero te puedo hacer arrepentirte por el resto de tus días de todo lo que has hecho a mis espaldas.

—Todo lo hice por amor, porque la amo —intenté justificar mis actos a ver si lograba derribar los muros de su podrido corazón y conseguía un poco de compasión de su parte.

—¡El maldito amor no existe y menos para una bestia como tú! —me gritó en la cara y tragué grueso al oírlo.

No.

No era una bestia.

Era un chico que merecía amar y ser amado.

Sus palabras habían dolido como el infierno, pero no se lo daría a demostrar. Intenté ocultar las lágrimas que comenzaron a correr por mis mejillas al instante y él sonrió al verlas.

—Te odio con todo mi ser, Pavel —escupí con rabia sabiendo que podría arrepentirme de mis palabras por la reacción que las mismas pudieran causar en él.

—Gracias, es bueno saber que en tu corazón hay sentimientos por tu padre, para bien o para mal.

Encendió un cigarrillo, me dió una calada y expulsó todo el humo en mi cara.

—Aquí el que no merece ser amado eres tú, no tienes corazón —escupí con rabia y él me miró durante unos segundos en completo silencio, tiró el cigarro en el suelo, lo pisó con el pie y luego me miró con el rostro completamente serio.

—El corazón me lo arrancaron el día que murió tu madre, nadie merecía mi amor y devoción más que ella, la única capaz de amarme con mis demonios.

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