Nahia respiró profundo frente a la puerta de la casa de Aaron. Tocó un par de veces y él le abrió con una sonrisa que habría derretido los polos.
—Señora supervisora, por favor pase —le dijo echándose a un lado y Nahia se fijó en que llevaba aquel arnés bien apretado.
—¿Por cuánto tiempo te lo man