—Ya estoy a gusto —murmuró el niño y Aaron lo abrazó y le dio un beso en la cabeza antes de revolverle el cabello y volverse hacia Nahia.
—Gracias por ayudarme —dijo.
—Es un placer —respondió Nahia.
Los dos se quedaron en silencio un momento, apreciando lo que habían logrado juntos.
—Bien, ya so