Raquel
—Hola, Claudia.
La pantalla se quedó negra un segundo más, hasta que por fin apareció. Sostenía el teléfono con la mano, pero en cuanto se conectó lo apoyó sobre algo en la mesa delante de ella y se recostó en la silla.
—¿Puedes hablar?
—Sí. Estaba… —Esquivando las preguntas de Andrea y mintiéndole a nuestra amiga en común—. Estoy libre. ¿Qué pasa?
—Hablé con Andrea.
—¿Cuándo? —pregunté—. Acabo de hablar con ella.
¿Estarían las dos hablando entre ellas y atando cabos? Quizá debería buscar la manera de decirles la verdad si eso hacía que dejaran de buscar respuestas por su cuenta.
—Hace unas horas. Me contó lo que tú le contaste. Lo de la boda. Hubiera estado bien que tú me lo hubieras mencionado.
—Te lo iba a contar, Claudia. De verdad. Solo que no quería hacerlo por mensaje. Todo está pasando tan rápido que necesitaba un segundo para procesarlo. Perdón.
—No, está bien —suspiró un poco—. Antes estaba entrando en pánico.
—Probablemente porque un desconocido te dijo que no estaba