El jardín interior del palacio resplandecía bajo el sol de la tarde. Mariana había encontrado en aquel rincón un refugio de paz entre las fuentes y los jazmines que perfumaban el aire. Sentada en un banco de mármol, observaba a los niños jugar mientras su mente divagaba entre preocupaciones y esperanzas.
Las últimas semanas habían sido una montaña rusa emocional. Su relación con Khaled avanzaba, pero cada paso adelante parecía traer nuevos obstáculos. El palacio, que al principio le había parecido solo un lugar imponente, ahora revelaba ser un laberinto de intrigas y alianzas que apenas comenzaba a comprender.
—Es un hermoso día, ¿no crees?
La voz suave interrumpió sus pensamientos. Mariana levantó la mirada para encontrarse con Samira, una de las damas de compañía de la familia real. Aunque habían intercambiado saludo