El amanecer en Alzhar siempre había sido un espectáculo que Khaled apreciaba. La forma en que el sol se elevaba sobre las dunas, transformando la arena en un mar de oro líquido, solía traerle paz. Pero esta mañana, mientras observaba el horizonte desde el balcón de su despacho, el paisaje no lograba calmar la tormenta en su interior.
Llevaba tres días evitando a Mariana. Tres días de reuniones prolongadas innecesariamente, cenas canceladas y pasillos recorridos con prisa cuando sentía su presencia cerca. Tres días de un vacío que crecía en su pecho con cada hora que pasaba.
—Su Alteza, los documentos para la reunión con el ministro de comercio están listos —anunció Faisal desde la puerta.
Khaled asintió sin voltearse. —Gracias. Estaré allí en un momento.
Cuando su asistente se retiró, Khaled cerró los ojos y respiró profundamente. El aroma de jazmín que flotaba desde los jardines le recordó inevitablemente a ella. A su cabello cuando se inclinaba sobre lo