El sol de Alzhar se filtraba por las cortinas de seda, dibujando patrones dorados sobre el suelo de mármol. Mariana observaba a Amira mientras la niña coloreaba con esmero un dibujo de un caballo. Sus pequeños dedos sujetaban el lápiz con determinación, la punta de su lengua asomando entre los labios en un gesto de concentración que siempre hacía sonreír a Mariana.
"¿Te gusta, Mariana?" preguntó Amira, levantando su dibujo con orgullo.
"Es precioso, cariño," respondió Mariana, acariciando el cabello de la pequeña. "Tienes mucho talento."
Pero incluso mientras pronunciaba estas palabras, su mente vagaba lejos de aquella habitación. Como una marea persistente, los recuerdos del beso con Khaled regresaban una y otra vez, inundando sus pensamientos cuando menos lo esperaba. El tacto de sus labios, firmes pero sorprendentemente suaves. El aroma a sándalo y especias que emanaba de su piel. La forma en que sus manos habían sostenido su rostro, como si fuera algo precio