El despacho de Khaled permanecía en silencio, interrumpido únicamente por el suave deslizar de papeles y el ocasional tecleo en su ordenador portátil. La luz del atardecer se filtraba a través de los amplios ventanales, bañando la estancia con tonos dorados que contrastaban con la severidad de la decoración. Llevaba horas revisando contratos para la nueva refinería, un proyecto que requería su total atención, pero que hoy, inexplicablemente, no lograba capturar su interés como debería.
Khaled se pasó una mano por el rostro, intentando despejarse. Los números y cláusulas comenzaban a mezclarse ante sus ojos. Necesitaba un descanso, pero el tiempo apremiaba. La reunión con los inversores saudíes estaba programada para la próxima semana y todo debía estar perfectamente revisado.
Un suave golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Adelante —respondió con voz firme, enderezándose en su asiento.
La puerta se abrió lentamente y Mariana apareció en el umbr