El silencio en el despacho de Khaled era tan denso que parecía una entidad viva, respirando entre las paredes de mármol y madera. Sus dedos tamborileaban sobre el escritorio de caoba mientras su mente reproducía una y otra vez la escena que acababa de presenciar: Mariana y Rashid, demasiado cerca, demasiado cómplices, demasiado... todo.
La sangre le hervía en las venas. Había ordenado a Mariana presentarse en su despacho de inmediato, y ahora esperaba, con cada segundo de retraso alimentando la tormenta que crecía en su interior. Jamás había experimentado esta sensación de pérdida de control, esta irracionalidad que nublaba su juicio habitualmente calculador.
Tres golpes suaves en la puerta interrumpieron sus pensamientos.
—Adelante —su voz sonó más áspera de lo que pretendía.
Mariana entró con la barbilla ligeramente elevada, ese ge