LA CABAÑA.
-Señor Vitale, no soy nadie para cuestionarle, pero ¿esta chica, Astrid, no se molestará porque salgamos a almorzar?
-No te entiendo, Astrid es la hija de un amigo solamente, trabaja acá porque él me lo ha pedido ¿porqué debería de importarle que tu y yo salgamos a comer fuera de la oficina, yo no tengo que darle a nadie explicaciones, ella es una empleada Marian, eso es todo, respondió Omar algo extrañado.
-Está bien, como usted diga.
Omar se le acercó a la chica lo suficiente como para que ella sintiera un escalofrío recorrer todo su cuerpo, sabía que no estaba bien lo que sentía y se lo repetía una y otra vez, pero no podía sacarse a aquel hombre de la cabeza y mucho menos aquel beso, que a sus veinticinco años había sido el primero, siempre se dedicó a estudiar y a Landon no le había permitido que la besara jamás.
-¿Marian, te pasa algo, te noto un poco nerviosa?
-Señor Vitale, no es nada, solo que hace mucho tiempo que no trabajo y bueno, ya sabe, siempre está el miedo a equivoca