Capítulo 18: En casa
Cruzo la puerta de mi casa y, apenas doy un paso, una vocecita conocida me envuelve.
—¡Mami! —exclama mi hija.
Lia corre hacia mí como un torbellino y se aferra a mis piernas con tanta fuerza que casi me hace perder el equilibrio. El corazón me da un vuelco. Me agacho de inmediato y la estrecho contra mi pecho. Respiro su aroma dulce, cálido, ese aroma que amo y el que me regresa a la vida.
Después del día miserable que tuve, sentirla en mis brazos es lo único que me sostiene.
—Te extrañé muchísimo —me dice atropellada, hablándome sin pausas—. ¿Por qué tardaste tanto? ¿Por qué no llegaste antes?
Le acaricio el cabello, obligándome a sonreír, aunque por dentro me siento hecha polvo.
—Lo siento, cielo… mami tuvo un día largo.
Ella se separa apenas, mirándome con esos ojitos que parecen atravesarme.
—¿Y Liam? —pregunta, mirando detrás de mí, girando su cabeza de un lado a otro como si su hermano estuviera escondido detrás de mí. —¿Dónde está? ¿Por qué no vino contigo