Capítulo 21. La culpable
Succionó con fuerza, con la desesperación de un hombre que no piensa, que solo actúa. Sabía que probablemente no sacaría nada útil de allí, que era más un gesto de impotencia que de medicina. Pero en ese instante, Cassio se sentía capaz de darlo todo, incluso su vida, con tal de verla despertar.
En ese momento, entró Damiana a la habitación.
— ¿Que está haciendo? — preguntó a Dominga al ver la escena.
— ¿No estás viendo? Está tratando de… succionar el veneno de ese animal.
Damiana abrió los ojos.
— ¡Cássio, puedes enfermarte! ¡Deja que venga el médico del pueblo y se encargue! — dijo sin un ápice de compasión en su rostro.
Pero Cássio la ignoró. Toda su atención estaba en su esposa. Únicamente en ella.
Olivia gimió suavemente, delirando entre sueños. Cassio se inclinó de nuevo, sin importarle nada, succionando una y otra vez mientras sus manos la sostenían firme. Sus labios temblaban y su corazón latía como un martillo.
— Vamos, Olivia… lucha — murmuraba, con la voz cada vez más ronca—