Capítulo 10. Un beso desesperado
Mald¡ta sea. Se dijo Cássio a si mismo al ver a Olivia marcharse sin decir media palabra, y apartó a Damiana de forma casi brusca antes de ir tras su esposa, pero ella lo detuvo.
— Deja que se vaya — le dijo con un dejo de triunfo, tomándolo del brazo.
Pero él se zafó con autoridad de inmediato y la miró de forma gélida.
— No vuelvas a intentar lo de hace un momento, porque olvidaré por qué estás en esta casa.
Damiana palideció de inmediato, mientras él salía disparado de allí.
— ¡Olivia! — llamó a su esposa con voz de trueno, al verla subir las escaleras, pero ella no se detuvo, entonces continuó, sabiendo que las criadas murmuraban y lo miraban — ¡Olivia!
Cuando la alcanzó, tomó su codo y tiró de ella, obligándola a mirarlo a la cara. La serenidad que encontró en su rostro lo dejó perplejo y confundido.
— ¿Si? — preguntó ella. No había ni siquiera una pizca de alteración en su tono de voz, ni nada que indicara que estuviese molesta por lo que había visto
— ¿Qué querías? ¿A que fuiste