Cassie
El olor a humo dulce me llena los pulmones, como si cada inspiración me quemara por dentro y, al mismo tiempo, me reconfortara. Estoy de pie en medio del círculo dibujado con cenizas negras y flores marchitas, y el cielo sobre mí parece contener la respiración. No hay viento, ni siquiera el canto nocturno de los grillos. Solo el crujido de las velas alrededor, parpadeando como si dudaran de su existencia.
Damon está detrás de mí. Lo sé porque lo siento. Su presencia es un peso constante en mi espalda, un calor que se mezcla con el mío y me recuerda por qué estoy aquí.
—¿Estás segura de esto? —su voz grave me roza como un roce de terciopelo oscuro en mi nuca.
Trago saliva. No. No lo estoy. Pero ya no puedo seguir huyendo de la oscuridad que habita en mí como un huésped no invitado. No cuando la he visto crecer, reclamar su espacio, susurrarme cosas en sueños.
—No tengo elección —respondo, sin girarme. Porque si lo miro, tal vez me derrumbe.
El hechicero exiliado —un anciano con