Damon
El olor a carne quemada seguía en el aire. Penetrante. Insoportable. Pegado en la garganta como si las cenizas se hubieran colado en mi alma.
La mañana había llegado, pero el sol apenas podía colarse entre los árboles calcinados. Un bosque entero hecho ruinas… por ella. Por mi Cassie.
Me giré lentamente para mirarla. Dormía entre las mantas que improvisé con mi chaqueta y lo que quedó de una tienda de campaña chamuscada. Su rostro, cubierto por mechones pegajosos de sudor y sangre, era un poema arrugado de culpa y cansancio. Las pestañas temblaban de tanto soñar con pesadillas que no eran sueños, sino recuerdos recientes.
A mis pies, la tierra seguía humeando. El suelo era una alfombra de cenizas y cuerpos. Algunos irreconocibles. Otros... demasiado humanos como para justificar lo que había pasado.
Clavé la pala oxidada en la tierra. Otra vez. Otro cuerpo. Otro hombre que no vivirá para contarlo. Me repetí que lo merecían, que vinieron a matarla. Que ella solo se defendió.
Pero…