Cassie
La niebla del amanecer apenas comenzaba a disiparse cuando puse un pie dentro del castillo. El rocío aún colgaba de mis botas y el corazón me martillaba en el pecho como si todavía estuviera corriendo, como si el bosque no me hubiera dejado del todo. Como si él no se hubiera quedado allí.
Damon.
Su nombre era un eco prohibido que me quemaba la lengua. Lo había visto. Juro por todo lo que me queda que lo vi. No era un sueño, ni una alucinación de esas que me visitaban a veces cuando el encierro se volvía insoportable. Era él. Más oscuro, más roto. Pero era él. Y me miraba como si todo este tiempo hubiera sido suyo. Como si aún lo fuera.
—¿Dónde estabas? —La voz de Lucian retumbó antes de que pudiera siquiera cerrar la puerta de mi habitación.
Giré lentamente. Mis labios aún sabían a adrenalina. A bosque. A lo que casi toqué y se escapó.
—Dando un paseo.
Él entrecerró los ojos. Su mirada era como una garra: sutil pero afilada. Lucian sabía leer más allá de mis palabras, y ese día