REBELDIA.
REBELDIA.
La motocicleta se detuvo frente a la mansión Dervishi y Aria bajó, con el corazón golpeándole el pecho como si quisiera escaparse. Sus tacones tocaron el suelo húmedo con un leve crujido y, por un momento, se quedó quieta. Sus ojos, aún maquillados de la noche anterior, se alzaron hacia la entrada iluminada… y palideció.
—Mierd4… —susurró, tragando saliva.
El perímetro estaba más custodiado que nunca y ella lo supo al instante: su padre lo sabía.
—Tengo que irme —dijo, dándose la vuelta hacia Zade—. Ya tienes mi número, ¿sí? Te llamo luego.
Pero Zade no se movió y la miró como si pudiera leerle el alma.
—¿Estás bien?
Aria forzó una sonrisa y asintió rápido.
—Sí. Solo… solo fue una noche larga.
Zade no insistió. Sabía cuándo presionar y cuándo no. Sin embargo, le tomó la barbilla y la besó, corto pero intenso. Luego ella se apartó, se tragó el miedo y caminó hacia la entrada.
No dio más de tres pasos antes de congelarse en seco.
La sala estaba encendida y no vacía.
Eros Dervi