ESTOY LOCO.
ESTOY LOCO.
Zane no necesitó más y la llevo a su habitación y su peso cayó sobre ella de una manera que la hizo arquearse. Una mano le sujetó la muñeca, clavándola contra las sábanas mientras la otra se deslizó entre sus piernas, encontrándola aún temblorosa y mojada.
—Joder—gruñó, rozando su entrada con los dedos—. Todavía estás palpitando.
Aria no pudo evitar gemir cuando la tocó allí, sensible y casi dolorosamente excitada.
—Zane…—suplicó, sin saber exactamente qué pedía.
Él lo entendió y se alineó entre sus piernas, la punta de su erección rozando su clítoris antes de presionar lentamente, hundiéndose en ella.
Aria gritó aferrándose a sus brazos.
Era demasiado. Demasiado grande, demasiado intenso, demasiado real. Pero Zane no se detuvo. Se movió con una lentitud agonizante, permitiéndole sentir cada centímetro, cada latido, hasta que sus caderas chocaron con las suyas.
—Respira—ordenó, besándole el cuello.
Ella obedeció, tragando aire mientras su cuerpo se adaptaba a él, estiránd