Hice lo que me dijo, aferrándome a la gruesa base de su miembro, con las yemas de los dedos separadas, sujetando lo que parecía músculo envuelto en seda. ¿Cómo iba a poder tomarlo completamente dentro de mí si ni siquiera podía hacerlo con la mano?
—¿Así?— pregunté nerviosamente.
—Así nada más. Ahora cierra los ojos y enséñale a tu papi dónde lo quiere su putita —me ordenó, rozándome el torso con su gran punta, dejando un rastro de semen claro en mi ombligo. Gimió.
—Te deseo justo aquí. —Saqué la lengua, mostrando el punto suave y rosado, solo para él—. ¿Crees que podría chupártela? ¿Que podría meter esa cabeza entera en esta boquita?
Puedes intentarlo, joder. Pero cuando te atragantes, no te prometo que me retiraré. Pero te gustará así... te lo juro.
—Y si lo hago, ¿me dirás que lo hice bien?— Arrastré mis uñas hasta su ombligo, cayendo de rodillas en adoración, su erección presionada contra mis labios carnosos para que la chupara. Me cepilló el pelo con cariño como si fuera su masco