Esta no era una conexión auténtica, era un apego al trauma, una adicción que había que rescatar, para evitar el miedo que cargábamos. Sí, él era la emoción que se oponía a la previsibilidad de Aguilar Jones, pero ¿cuál fue el precio, si no el cáncer que asolaba nuestras vidas y las de quienes nos rodeaban?
—Siento algo por Aguilar Jones...—, confesé, soltando la verdad que ninguno de los dos quería saber en ese momento. —Sentí algo cuando me besó, y yo le correspondí el beso—.
—Eso no es cierto.—
—Lo es. Lo ha sido. Por mucho que me gustes, nunca podré darte lo que quieres—. Respondí en el insoportable silencio que siguió, sintiendo la repercusión de su violencia. No quería revivirlo. No quería verlo ni hablar de ello, y eso era lo que me suplicaba. Lo miré fijamente, con el corazón destrozado al darme cuenta. Sentía algo por Gabriel, algo profundo e inquebrantable. ¿Pero era sano? ¿Era real? —No puedo ir contigo, ni puedo estar contigo—.
—No… no digas eso. —Me miró fijamente, ausente