Mundo ficciónIniciar sesiónLa noche cayó sobre Moscú como telón negro, y con ella llegó Elena nuevamente.
Esta vez traía comida: cena elaborada en bandejas de plata que parecían sacadas de restaurante cinco estrellas. Colocó todo en la mesa pequeña como si estuvieran a punto de tener reunión de negocios civilizada, no interrogatorio de prisionera.
—Come —ordenó suavemente—. Necesitas fuerza para lo que viene.
—No tengo hambre —mintió Tamara, aunque su estómago protestaba. No había comido desde... ¿cuándo? El tiempo se había vuelto fluido, sin sentido.
—Entonces observa mientras yo como. Y escucha. —Elena se sentó elegantemente, comenzando con ensalada—. Porque es hora de que sepas mi historia. La verdadera, no la versión que otros te contaron.
—¿Por qué debería creer cualquier







