Mundo ficciónIniciar sesiónLa casa de Lorenzo Castellanos olía a whisky y arrepentimiento. Tamara entró sin tocar, la fotografía antigua apretada en su mano como si fuera una granada a punto de explotar. Encontró a su padre en su estudio, exactamente donde sabía que estaría, mirando fijamente un cuadro en la pared que mostraba tres generaciones de hombres Castellanos: su abuelo, su padre, él mismo.
—Sabía que vendrías —dijo Lorenzo sin girarse—. Desde el momento en que Isabelle me llamó para decirme que te había enviado esa fotografía, supe que este día había llegado.
—¿Isabelle te llamó?
—Para advertirme. O quizás para torturarme. Con ella, nunca se puede estar seguro. —Finalmente se giró para mirarla, y Tamara vio que había estado llorando—. Siéntate, hija. Lo que voy a contarte cambiará todo lo que c







