Capítulo 86. La cacería había comenzado.
Ares soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo. Miró a Harry, que lo observaba con los ojos muy abiertos, sin entender los detalles, pero captando el cambio en la energía de su padre.
—¿Está viva? —preguntó Ares sin dejar de mirar a Esteban. Exigiendo certeza.
—Lo que indica, señor —dijo Esteban con firmeza—, es que hay una probabilidad del noventa por ciento de que ella esté viva.
La palabra "viva" explotó en la mente de Ares como una supernova.
No estaba muerta. No se había ahogado. Había luchado. Había caminado. Había sobrevivido.
La desesperación de Ares se transformó en un segundo. La tristeza se evaporó, reemplazada por una determinación feroz, depredadora.
Alguien la había recogido. Ares sintió cómo la sangre, que minutos antes parecía estancada en sus venas por el dolor, volvía a bombear con una violencia ensordecedora.
Su corazón golpeó contra sus costillas, no con el ritmo errático del miedo, sino con el ritmo fuerte y constante de la guerra.
Se giró hacia la cama.