Capítulo 85. El rastro de la esperanza.
El sol de la mañana se colaba por las rendijas de las persianas en la habitación de Ares donde dormía Harry, dibujando líneas de polvo dorado en el aire.
Ares estaba sentado en el sofá sin quitar la vista de su hijo. No había podido dormir.
Sus ojos, enrojecidos y secos, vigilaban el sueño de su hijo con la intensidad de un centinela que teme que, si parpadea, el mundo se desmoronará.
La casa estaba en un silencio sepulcral. Abajo, el servicio ya había terminado la purga. No quedaba ni un frasco de perfume, ni un zapato, ni una sola fotografía de Lena Everhart. Ares había borrado cualquier rastro de su exesposa de la casa.
Pero sabía que el verdadero reto no era limpiar las habitaciones, sino limpiar la memoria de un niño de cinco años.
Harry se removió en la cama. Sus pestañas se agitaron y soltó un pequeño suspiro, abrazando con fuerza el espacio vacío a su lado, buscando instintivamente el calor de algún cuerpo.
Al no encontrar nada, sus ojos se abrieron de golpe.
Ares se tensó, i