Capítulo 74. El despertar de un hombre frío.
El río no era agua esa noche. Era una bestia negra, hinchada y violenta que rugía con la fuerza de mil demonios, arrastrando troncos, piedras y lodo en una carrera suicida hacia el valle.
La tormenta, lejos de amainar, parecía haberse concentrado justo encima del barranco, como si el cielo mismo quisiera borrar cualquier rastro de esperanza que quedara en la tierra.
Ares Valerián, estaba metido hasta las rodillas en el fango de la orilla, luchando contra la corriente de aire y agua que intentaba derribarlo.
Su ropa táctica, impecable horas atrás, era ahora un harapo pesado, cubierto de barro y empapado hasta la última fibra. Pero él no sentía el frío. No sentía el agua helada que se le metía en las botas. Solo sentía el fuego líquido de la desesperación quemándole las venas.
—¡LYANNA! —Su grito se desgarró en la garganta, una súplica ronca que el viento devoró al instante.
Movía la linterna frenéticamente de un lado a otro, barriendo la superficie turbulenta del agua, buscando deses