CAPÍTULO 38

POV ÁNGELA.

Dos semanas. Dos putas semanas de silencio que me carcomían viva. Después de quemar sus fábricas, esperaba represalias: balas, bombas, algo que me dijera que la Viuda aún respiraba. Pero nada. Solo vacío. Y el vacío, en nuestro mundo, era peor-que cualquier tiroteo. Era el silencio de una serpiente antes de morder. Me despertaba sudando frío, con la mano en el vientre, sintiendo a mis hijas patear como si ellas también olieran la tormenta. En la isla, el sol brillaba, el mar cantaba, pero yo no podía dejar de mirar el horizonte, esperando ver barcos negros acercándose.

Mi mente estaba obsesionada con una sola cosa: mi hermana. Cinco años. Cinco putos años atrapada con esa zorra que se hacía llamar madre. Venus había trabajado como una poseída, noches sin dormir, ojos inyectados en sangre frente a las pantallas, rompiendo encriptaciones que habrían detenido a cualquier agencia gubernamental.

—La tengo —dijo finalmente una madrugada, voz ronca por el agotamiento—. Casa de se
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