CAPÍTULO 35

POV ÁNGELA

Aquella mañana me desperté de golpe, el corazón latiéndome en la garganta como si hubiera oído un disparo. Extendí la mano por instinto hacia el lado de la cama donde debía estar Bruno... y solo encontré frío. Sábanas heladas, arrugadas, vacías. Por un segundo eterno, el pánico me atenazó: los últimos meses me habían entrenado para esto. Una ausencia significaba peligro. Una puerta que se cierra sin ruido podía ser el último sonido antes de una bala. Respiré hondo, intentando calmar el latido frenético, y entonces vi la nota sobre su almohada, doblada con esa caligrafía firme y angulosa que era tan suya.

“Te espero en el patio. Prepárate, nos vamos de viaje.”

Fruncí el ceño, el miedo transformándose en una curiosidad punzante. ¿Un viaje? Ni una palabra la noche anterior. Nos habíamos dormido exhaustos después de hacer el amor —lento, desesperado, como si cada vez pudiera ser la última—, con sus manos protegiendo mi vientre abultado y sus labios susurrando promesas contra mi
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